Esta es una de mis historias más oscuras. Una espina bien clavada. Una mancha en el historial. Un tira y afloja que quería terminar mal y que libré por los pelos. Es en el día de hoy que te quiero hablar de mi época universitaria, la época en la que le perdí el miedo al alcohol. Una época donde beber con diabetes estaba permitido.
Pero empecemos por el principio (y pongamos una cancioncita).
La prohibición.
Recuerdo que la palabra alcohol era impronunciable, y se me presentó de forma tajante. “No debes de beber con diabetes, prohibidísimo”. A eso se añadió una explicación escueta y de la cual no entendí ni la mitad (como suele ocurrir cuando te adentras por primera vez en este mundo). Así que aprendí que las bebidas alcohólicas eran veneno puro y empecé a salir con esa idea cada fin de semana.
Pasaron los meses y poco a poco iba teniendo más privilegios: mis padres me dejaban salir hasta más tarde, descubría lo alta que podía estar la música en una discoteca (y como se bailaba señor), y empecé a relacionarme con bares donde los cubos de fregar se sacaban un sobresueldo con trabajos alternativos (como el de verse llenos de eso que conocemos como “mocho” o «vino con mezcla x»). El día se acercaba…
Primer punto importante: Generar una prohibición absoluta tiende a favorecer el efecto contrario a lo que se busca.
La presión.
La presión iba “in crescendo”. Mis grandes amigos, los de toda la vida; entendían mi situación y me respetaban, sin embargo; otros tantos de esa época me miraban como el raro que se sentaba y hacía de decorado (“no juegas, no bebes, vaya aburrido que eres…”).
Un día en el cumpleaños de un buen amigo, me plantaron un vaso de medio litro de vozka negro. Me dijo: “No seas tonto y bébelo. Es mi cumple y no lleva casi alcohol; es de las bebidas alcohólicas más suaves que te puedo pillar”. Al final cedí, y no pasó nada.
En esas edades tontas tiendes a pensar que si un hecho puntual no tiene importancia no lo tendrá nunca. “Joder, esta gente me lleva un año engañando con el tema”, pensé para mí. “Si se puede beber con diabetes”. Aquí va el segundo punto a tener en cuenta. Esa imagen estricta, restrictiva y difuminada del alcohol en la diabetes, choca con la cultura del “controlo” o el “nunca ha pasado nada”.
Porque sí, muchas veces he bebido (y bastante), y nunca pasó nada.
Hasta que pasa.
La noche que lo cambió todo.
Corría mi segundo año de universidad. Era de noche, ya era otro mundo; estábamos de botellón.
Un inciso: el botellón es probablemente el peor enemigo del diabético por la velocidad a la que se consume las bebidas alcohólicas.
Yo ya me consideraba un experto en eso de “no pasa nada”. Bebí, bebí mucho; por encima de mis posibilidades y sin ningún tipo de precaución.
Y pasó. Me desperté al día siguiente en mi cama sin recordar nada. Empapado yo y mis sabanas en sudor y con una glucemia en torno a 50mg/dl. Me levanté corriendo a tomar algo y mientras tanto el mundo me puso en mi sitio. Al parecer, tuve una hipoglucemia severa o como llamaríamos en el mundo sanitario, «de grado III». A efectos prácticos la antesala al coma y el ingreso hospitalario, una como nunca he vuelto a tener. Empezaron esos efectos secundarios que solo aparecen cuando la cosa es seria, y además estaban potenciados por el alcohol (agresividad, confusión, mareo, falta de coordinación…). La gente que me vio y reconoció no daba crédito, decían que estaba dando un espectáculo bochornoso. Y en un momento dado caí al suelo y no pude levantarme, estuve a punto de perder la consciencia.
La chica que en ese momento era mi novia me vio y se llevó el susto del año conmigo. Corrió a coger un par de cocacolas del bar de al lado. Y con dificultad me las metió por el gaznate. Me dijo que en ese momento resucité. Entre balbuceos me puso camino de mi casa. Haceros una idea de que me hubiera pasado si esa persona no hubiera sabido que tenía diabetes, como el resto de los que me rodeaban en ese momento.
Esa mañana pedí perdón a mucha gente. Me formé a fondo. Y juré que no volvería a pasarme nunca algo así.
Tercer punto clave. Si vas de gallu y a pelo sin formarte, la vas a liar parda tarde o temprano.
Pensad en esta historia. Beber con diabetes es realmente peligroso. El alcohol es silencioso e inofensivo, pero ataca por la espalda. Y la presión que puede ejercer sobre un adolescente diabético puede ser brutal sin la formación y consciencia adecuada. Puede que algunos os pille aún muy lejos, otros ya lo veáis venir y otros estéis lidiando con el problema.
Ante de terminar, recordad una de las premisas de la página: “ser flexible”.
En la sociedad en la que vivimos, y con las edades en las que nos movemos; en ocasiones la mayor victoria es una buena educación. Numerosos estudios hablan sobre el tema de la presión de grupo y el inicio del consumo de alcohol. Una buena forma de definirlo es la siguiente:
La importancia que le atribuyen los jóvenes a ser aceptados y reconocidos por otros, como parte de la búsqueda de identidad en la etapa de la adolescencia, contribuye a que los chicos terminen cediendo a la presión de grupos; propiciando así el consumo de bebidas alcohólicas».
No olvidemos que es la droga psicoactiva más consumida entre los 14 y los 18 años y que estudios recientes hablan de que con 14 años aproximadamente el 50% ha estado en contacto con el alcohol, cifra que se incrementa en torno al 85% en la población de 18 años. Si quieres ampliar al respecto, te dejo un articulo pinchando aquí.
Además de la propia edad también influyen otros elementos: el uso del tiempo de ocio, los valores y creencias y la percepción del riesgo, las relaciones familiares y con el grupo de pares que se establecen e incluso con los nuevos patrones de consumo que se imitan a través de la publicidad y los medios. Preocupa que el 50% de los jóvenes consideren normal el consumo de alcohol en fiestas y el 40% el consumo a diario.
[bctt tweet=»Real como la vida misma» username=»Don Sacarino»]
Antes de terminar y muy en relación a este tema, te invito a que leas mi entrada «Las 7 leyes del yo controlo». Básico que cualquier chavalín con diabetes se las conozca (vaya o no vaya a tomar alcohol).
También me encantaría tenerte como suscriptor en mi web. Es totalmente gratis y con doble regalo para ti. Si te animas, pincha aquí.
Me encantará conocer tu opinión sobre este tema. ¿Que opinas de beber con diabetes? ¿Tomas algún tipo de medida? ¿Vas a educar a tu niñ@ para cuando llegue ese día?
A por esos controles perfectos.
Totalmente de acuerdo, cuando tienes diabetes no te queda otra que aprender a beber alcohol sino te la juegas mucho…