Telita lo que os traigo hoy.
Soy un gran fan de las pelis de serie B. Entre mis favoritas se encuentra Zombeavers y Bunny The Killer Thing (mucho cuidadito de ponérselas a menores sobre todo en el caso de esta última). Yo lo tengo claro, cuanto más mierderas son; más me entretienen. Incluso se vuelven graciosas, del enorme absurdo te dejan la mente en formato reset. Ese «no puede ser cierto», es algo que disfruto mucho.
Pues el otro día estaba yo buscando películas cutres del genero terror y di con una que a priori me llamó la atención. Se describía como «una película de chico conoce chica donde a la chica la rapta una ambulancia rapta chicas». Suena a manta y tarde con Antena 3, pero como la echaban en Dark; le quise dar la oportunidad.
Bueno, pues vaya joyita me encontré.
¿Preparado?
Comienza el análisis de La ambulancia
La ambulancia es una película de 1990 cuyo director y actores no vienen a cuento (ya que no los conocen ni en casa de su madre…bueno al negro y al viejo igual un poco). Para gracioso el actor principal (Eric Roberts), que tiene un currículum de películas mierderas demasiado abultado. Así que o tiene clones o papeles de 2 lineas porque no entiendo como hace para estar en todas partes (y todas malas). O quizás si, por que es hermano de la archiconocida Julia Roberts. La película está ambientada en la época noventera de Nueva York, con una banda sonora así estilo Seinfeld.
Todo empieza con Josh, el prota. El típico cortapega de Bon Jovi de la época. Para darle un toque, lo tienen de caricaturista para un despacho de la Marvel. Pero las cosas como son, Josh es un auténtico peluca y machirulo al que le encanta tirar rosas del estilo:
Con esa ropa, ¿dónde guardas el arma?
¿Cómo una chica tan guapa como tu está metida en la policía?
Como se nota que son los 90´. Temas de genero a parte, el caso es que Josh lleva tiempo fichando por la calle a una zagala morena de buen ver (Cheryl). Como buen macho que es se tira a la aventura con el acoso y derribo por bandera y si cuela, pues cuela. Tras un tira y afloja bastante más elaborado que otras partes más importantes del film, Cheryl se empieza a sentir mal y se cae al piso en la actuación del siglo.
De repente me entero de que es «diabética» y que lleva toda la mañana sintiéndose «rara». Igual soy yo un poco paranoico, pero parece que en el Nueva York de los 90´ no habían llegado los glucómetros o que los diabéticos en Nueva York no sabían lo que son las hipoglucemias. Continua la pánfila conversación en el piso hasta que de la nada aparece una ambulancia del año María Castaña y unos camilleros fornidos que se la llevan sin mediar palabra.
Cheryl se despierta en el clásico almacén/tienda de campaña del cine cutre. Un médico (al que le fascina tocar la cara de sus pacientes con un guante), le dice que no se preocupe que le va a curar la diabetes mediante cirugía. Esta consiste en cortar partes de su páncreas y sustituirlo por los de un cerdo.
Joder, acaban de descubrir la clave de todos los males de la diabetes. ¿Cómo no se nos habrá ocurrido antes? Cheryl está indecisa, como que no se lo cree. El médico remata diciendo, tranquila; te voy a curar y después te voy a matar para venderte pasados unos días. Todo muy normal.
Comienza la busqueda de Josh
Josh no puede vivir de la angustia. Venga a buscar a Cheryl por todos los hospitales, venga a hacer caricaturas y tiras de ella. El amor le puede. Tanto que en una tarde de búsqueda cartel en mano (cutre a más no poder), se encuentra con su mejor amiga y compañera de piso.
El destino las unió el día que sus insulinas coincidieron en la misma nevera. Por cierto, no sabía que en el Nueva York de los 90´ los cócteles de piña colada eran free. Lo que está claro es que estas chicas no necesitan ni glucómetros ni insulina en sus vidas.
La chavala en cuestión lleva a Josh a un almacén donde supuestamente trabaja Cheryl para ganarse unas «perras extra» (concretamente un establo de caballos un tanto siniestro). La cuestión es que la chica entra y acto seguido la ambulancia rompe las puertas y sale con la diabética número 2 raptada seguido de una estampida de caballos. Lo normal vaya.
Pasan escenas aburridas con una policía que no le cree (salvo cierta rubia que entrará después), y un jefe que quiere que trabaje. Pero Josh vive en un sinvivir, y se levanta por la mañana un tanto alterado.
El caso es que pasamos de un dolor de barriga por exceso de Oreos y leche, a un autodiagnóstico de convulsiones con paciente consciente (obra de la vecina), para acabar en una supuesta esquizofrenia. ¿Al final sabéis quien llega? Pues si, los camilleros; pero estos son buenos y despierta en un hospital cualquiera.
Chiflados, enfermeras ogro y nuevos amigos
Josh despierta en un ala de psiquiatría de cierto hospital. Allí conoce a una enfermera de las de la vieja escuela: ogrisima, con cofia y con un control de esos de no te muevas o te dejo durmiendo una semana. Allí como en tantos sitios cuenta la historia de la ambulancia rapta diabéticas y es escuchada por su compañero de habitación el señor Elias (al que supuestamente le dan de comer no se que mierda para que no se recupere…lo único que se es que se tira unos cuescos de aúpa). El pobre hombre de 75 años es periodista y no me digas por que, pero parece que en el Nueva York de los 90´ a los periodistas no se les jubila…se les tiene mejor haciendo esquelas. El caso es que entre pitos y flautas se hacen amigos y se van a dormir.
Se hace la noche y aparece un policía. Este seduce a la enfermera que le invita a un café. Obviamente es malo, la afuega y escapa con ella (da la casualidad que también es diabética). Acto seguido aparecen los camilleros camuflados y se quieren llevar a Josh a «otra ala» (a todo esto, el prota KO por los sedantes de la enfermera).
O el viejo es muy listo o estaba todo muy preparado por que se vuelve too loco, arma un escandalo con puño alzado y activa la alarma contra incendios. Los malos escapan de una manera demasiado forzada tropezando con otros internos. A todo esto, parece que en el Nueva York de los 90´ se habían adelantado a su tiempo y se llevaba lo de dejar a los internos de psiquiatría con las habitaciones y la unidad completamente abierta (menudo caramelito).
Y bueno, los amigos también escapan claro está. El caso es que se van a donde trabaja el loquillo y se separan.
Que casualidad, la ambulancia de los malos también esta allí…y el viejo se vuelve muy loco pero esta vez no le vale de mucho por que lo raptan los camilleros fornidos.
A todo esto, que el policía jefe famoso (poco que contar de el), está detrás de la ambulancia pilotando con una mano y hartándose a comer algo indeterminado con cierto TOC compulsivo. Para la ambulancia pero lo engañan y lo matan. La otra policía de la peli (creo que se llamaba Patty), entra en juego. Se hacen tilín, pero Josh es de su morena. El caso es que la rubia cree en su historia, y tras una escena de tonteo se ponen a investigar.
Ella por su parte descubre que ya son 11 las personas con diabetes desaparecidas. Y el…bueno, ahora te cuento.
Un final de lagrimas y giros argumentales
Tenemos a Josh buscando de donde salió la chatarra de ambulancia en un vertedero. Vienen unos niñatos y le dan una paliza. Acto seguido, como no; aparecen los malos en la ambulancia. Se lo llevan atado pero ojo al dato, Josh tiene piernas de acero y abre la puerta de la ambulancia (metálica), a pataditas (y maniatado). Le persiguen en una carrera ridícula y lo salva la policía. Los malos escapan.
Siguen investigando, bla bla bla. El viejo se vuelve a poner crazy ante el médico y este le inyecta algo para que le duela el cuerpo a rabiar. Se desmaya.
A esto que descubren que el chiringo lo tienen camuflado en un local de copas. Se lían a tiros con los malos. Bla, bla, bla. La rubia mata a un malo, el viejo se vuelve loco por última vez y deja KO a otro con una bacenilla metálica. Bla, bla, bla.
Llegamos al momento esperado: Josh encuentra a Cheryl, esta le da las gracias y le pide un último favor: ¿Podrías decirle a mi novio que le echo de menos? Parece que el trance vivido le ha dado para pensar y quiere volver a arreglar lo que sea con su novio.
Tranquis, tranquis. Ya se que la historia de Josh y Cheryl era tierniiiisima, pero como seguramente pensaría Josh para si:
Si la morena no me adula, me cojo a la rubia
Y como te lo cuento, no tarda mucho en tirarle los trastos y arrejuntarse. Unos cuantos tonteos después, aparece la ambulancia por última vez (en esta ocasión con el médico dentro).
En este punto me pregunto: ¿en el Nueva York de los 90´ la gente tiene chips implantados? Por que no me explico la facilidad de la ambulancia para localizar a todo el mundo. Ídem el tema de la flor en el culo tan inmensa que tiene Josh (un clásico en este tipo de cine).
Otra cosa que no me explico es como una película que habla sobre una supuesta cura, no desarrolla esa cura en ningún momento. ¿Dónde esta el laboratorio del médico, los cerdos, esos ansiados trasplantes? No he visto un maldito páncreas en hora y media de film.
Volviendo al final, la ambulancia embiste a la rubia y Josh escapa de milagro. En estas que se desencadena una persecución de nuevo ridícula que acaba con el peluca encaramado en lo alto de una alambrada (al otro lado el vació).
El medico le dice que es un inepto, que lo ha estropeado todo. Bla, bla, bla. Vaya, que nos quedamos sin cura para la diabetes por culpa de Josh y sus líos de faldas. Al final con una maniobra de engaño a lo coyote y correcaminos, la ambulancia embiste la alambrada y cae al vacío explotando.
Josh se aleja en otra ambulancia con Patty hechos los dos unos harapos.
FIN.
Y con esto y un bizcocho, la obra por antonomasia del cine. Si quieres mas resúmenes de pelis estúpidas donde la diabetes esté presente, házmelo saber.
Por cierto, si quieres otra entrada en clave de humor; igual te interesa leer esta. Te la dejo pinchando aquí.
A por esos controles perfectos.