Seguramente seré de los pocos que estén deseando que terminen los últimos coletazos de este verano de 2017. Ha sido un agosto bastante crispante aquí en Invernalia (más localizado hacia el muro por que la verdad menudo veranito el de este año). En Asturias no se ha olido el sol y mi único baño playero del año ha sido entre nubes. Os preguntaréis cual es el motivo de mi desaparición estas semanas…pues eso, tan sencillo como unas «no vacaciones». Y es que las nubes también han poblado mi cabeza.
Un mes de arduo trabajo.
Por un lado el hospital, demasiados turnos en un servicio que a veces se me pone cuesta arriba (pasé de lo que más me gusta, la neonatología; a lo que menos, la oncología pediátrica). Y es que lo que pasan estos críos es para hacer un escrito a parte…no hay palabras que lo describan. Por otro lado la tecnología me falló este mes: mis sensores de monitorización fallaron, se produjo mi batalla final contra las burbujas de Medtronic y ya fue la segunda bomba que tuve que devolver en lo que va de año (por el famoso error de energía de la Minimed 640G). Por último, una diabetes que quiso estropearme la ilusión de mi reciente independencia (y que ya llevaba dando guerra desde julio).
Estas fueron algunas de las razones por las que decidí tomarme un mes de descanso. Un mes sin previo aviso, una pequeña bomba de humo en mi historial. Sencillamente no estaba estimulado, me faltaban ideas y por mi cabeza rondaban pensamientos relacionados con que papel tiene que jugar mi vida real con respecto a mi álter ego, Don Sacarino. Así que busqué no rayarme y dejar de pensar en si realmente valía para llevar un sitio de información y acogida como el mío.
Por suerte soy una persona de recursos…y no os voy a mentir, mi tiempo se ha ido jugando a la play4, tocando la guitarra, viendo anime y leyendo artículos sensacionalistas. Vamos lo típico en mi, adoro perderme en mi mundo.
Ha habido cambios a bien en mi relación con la diabetes. Y es que he de decir que soy de esas personas que llevan mejor su enfermedad si se la toman de forma distendida.
Llevaba meses en plena guerra con ella, intentando centrarla en controles perfectos y ajustando de más. Y todos sabemos que vale más estar en 150mg/dl que en 70mg/dl rozando nuestro estado crítico. Esto hizo que mi bomba de insulina fuera un popurrí de basales variopintas en donde las hipoglucemias crecían cual campo de cultivo. Cuando acudí al endocrino llevaba una tristeza no apta para la glicosilada de 6,1 que me dieron…esas hipos empezaban a mellarme anímicamente.
Así que tuve que resetear de 0. Como cuando me puse la bomba la primera vez…basales a 0,6/h y a monitorizar. Gracias al equipo endocrino de Cabueñes y la fantástica monitorización continua de Medtronic puedo decir a 02 de septiembre que volvemos a la senda de la calma. También ayuda el haber solventado el problema con las burbujas de la bomba mediante un complejo algoritmo de técnicas y recursos aplicados (aquí parece que hay que ser como poco médico y mecánico para afrontar la diabetes con un mínimo margen de beneficio).
Por último comentaros que se han producido grandes cambios en mi alimentación, sobretodo en el tema cenas. Al liberarme de las hipercalóricas comidas maternas he conseguido bajar unos kilos de grasa a favor de más musculo (tampoco necesitaba bajar más de los 80kg en los que me encontraba, pero la verdad que parece que cada año que cumplo me siento mejor conmigo mismo en este plano físico).
Así que con esto puedo decir que volvemos a la carga, unos al cole y yo a la página. A Don Sacarino, a las redes sociales, a los envíos de insulina a Venezuela…
A por esos controles perfectos.