Vuelven las chuminadas del sacarino. Hoy con una asociación rarísima: diabetes y whisky. Como siempre, recuerda que poco vas a aprender hoy; pero te aseguro que te vas a quedar con el culete torcido.
Te pongo en situación. Horario nocturno y como de costumbre, poco que ver en la tele. Mi chica y yo aprovechamos para ver algún vídeo de misterio por Youtube. Ella suele ser la primera en caer en un bonito sueño, así que soy yo el que se queda profundizando en las entrañas del internete.
Ese día me dio por conocer que usos tenía la orina en tiempos pasados. Entre locura y locura patrocinada por nuestro producto de desecho (como el uso de orina en el medievo como levadura), me dio por bajar a la zona de comentarios…
Esta es la cara que se me quedó al leer en uno de los comentarios que la orina también se utilizaba para producir whisky. Y no en el medievo precisamente. Tras investigar un poco descubrí que era totalmente cierto. Pero lo que me hace escribir hoy sobre el tema, es que esta orina tiene que ser especialmente dulce; especialmente nuestra.
Bienvenidos a una noticia ya enterrada hace años (y que me recuerda que nuestra imaginación no tiene limites).
Desenterramos y al lío.
Vete preparándote para tu próxima hiperglucemia.
Eso debía de decirle James Gilpin a sus amigos y conocidos con diabetes. Este paisano originario de Inglaterra, tiene diabetes y es diseñador. La inspiración le llegó una vez a través de una historia que os resumo a continuación (historia real contada por la abuela del protagonista):
Érase una vez una farmacéutica muy pero que muy pilla. Su comunidad envejecida acudía a por sus necesitados y variados fármacos (obviamente previo pago). La jugada de la farmacéutica era enviar representantes puerta por puerta para que los ancianos les dieran muestras de orina a cambio de sencillos presentes. Esta orina posteriormente la procesaban para reutilizar muchos componentes químicos que incluían en los medicamentos que les vendían a precio de oro.
¿Cómo te quedas? Este es el punto de partida de la locura que os cuento hoy. El amigo empezó a utilizar su propia orina y la de su abuela (para después pasar a más conocidos con diabetes desprevenidos), para fabricar whisky maltes de alta gama. La marca asociada se conoce como Gilpin Family Whisky.
Para que todo salga sobre ruedas solo necesitamos un mal calculo de raciones, un olvido o una cocacola de polvos de burger servida falsamente como «light». Vamos, una hiperglucemia de esas mayores a 180 mg/dl.
Nos metemos en el laboratorio.
El proceso de James es bastante químico y científico y se basa en el mismo modelo de purificación del agua para consumo.
Las moléculas de glucosa son molecularmente grandes y tendentes a la formación de cristales. Por tanto, se pueden separar fácilmente de la orina y purificar al margen.
El siguiente paso consiste en añadir estas moléculas a la mezcla de malta molida y agua caliente. Esta glucosa purificada ayuda a acelerar el proceso de fermentación.
Tras mezclarlo con otros componentes para terminar de formar aspectos como el color, la viscosidad o el sabor; solo queda ponerlo en una bonita botella y dárselo a la persona que tuvo el detalle de dar su muestra hiperazucarada (partimos de la base de que este hombre lo hace con fines artísticos y no comerciales).
Una historia bastante bizarra
Es increíble la capacidad de imaginación del ser humano. Como una persona afectada de una patología crónica, es capaz de darle al tarro y sacarse de la manga semejante invento. Y ya sabéis que todo lo que sea dar a conocer la diabetes es bien recibido.
El tema diseño y todo lo que sea artístico y entre por el ojo ayuda y mucho a captar la idea y la esencia, a que la gente le de más importancia a lo que tiene a su alrededor y no valora. ¿Quieres saber de otro ejemplo de diseño y arte en diabetes? Pues pincha aquí.
En cuanto a James y su Whisky, parece que todo desapareció en el olvido pasado el boom del 2010 (o al menos no hay noticias posteriores a esta fecha). Por lo que leí en diversas noticias es que durante un tiempo estuvo llevando su proyecto a diferentes medios (no carente de polémica que hábilmente transformaba en visualización hacia la diabetes y el día a día de nuestro colectivo). Incluso he leído que iba a presentar un corto. Por tanto, intentaré ponerme en contacto con el para saber si sigue haciendo estos destilados «tan nuestros» (entre otras cuestiones. Igual hasta me pillo uno y todo.
Y con esto termino la anécdota más grande que seguramente escuches hoy. ¿Te harías con una de estas botellas hiperglucémicas?
Como siempre recordarte que te puedes suscribir a mi página para no perderte ninguna de mis entradas (justo a la derecha de este artículo tienes un formulario).
A por esos controles perfectos.